Qué es lo que hago cuando… “¿Su profesor no lo nota y el niño parece no estar molesto por su tartamudez?”
Esta es una pregunta quienes nos especializamos en el área de la tartamudez recibimos (de diferentes formas) todo el tiempo.
Antes de atreverme a intentar responder esta pregunta, permítanme desenvolverla primero tal como se presenta. Francamente, hay al menos dos partes para esto:
La primera parte es la afirmación de que el niño no “parece” estar molesto por su tartamudez. Cuando alguien me dice que un niño escolar no parece estar molesto por su tartamudez, me hago la siguiente pregunta: ¿Qué prueba/dato hay de que al niño no le molesta la tartamudez en ningún aspecto funcional, social y/o académico de la comunicación? (conocido también como las áreas de impacto adverso de IDEA’04). Debemos ser duros con nosotros mismos en esta parte, porque nuestro rol es cerciorarnos que no estamos asumiendo hechos que no tienen evidencia, o simplemente suponer que al niño no le molesta la tartamudez porque sí habla en clases, etc. Es más, solo porque él diga que no le molesta su tartamudez en una situación comunicativa, no significa que su tartamudez no esté impactando en otras áreas de su comunicación en general.
Por lo tanto, necesitamos asegurarnos que no estamos conformándonos con lo que aparenta ser verdad, sino que nuestras conclusiones están basadas en lo que sabemos de nuestro usuario. En cierta medida, solo podemos suponer cuando hemos realizado una evaluación extensa y continua de los componentes cognitivos, afectivos y del impacto de la tartamudez en la vida de este usuario. (Mi colega, J. Scott Yaruss, habla más acerca de este tema en esta publicación de blog: Midiendo el impacto adverso en un niño cuya tartamudez parece ser “leve.”)
La segunda parte de la pregunta, involucra que el informe del profesor indica que la tartamudez es visible o no afecta al usuario en el salón de clases. Una vez más, debemos jugar a los detectives y continuar investigando profundamente. Por ejemplo, podemos indagar más y preguntarle al profesor:
- “¿Él participa en clases?” Bien.
- “¿Solo cuando se lo piden?” Ya veo.
- “¿Se ofrece como voluntario para participar en clases?” Mmmm…
- “¿Solo se ofrece como voluntario si la respuesta es corta?”
- “¿Él es el estudiante que sostiene el cartel y señala durante los proyectos grupales en lugar de compartir información en voz alta?”
- “¿El profesor detecta alguna conducta de evitación (o al menos el profesor conoce las conductas de evitación de la tartamudez de las que debe percatarse)?”
En otras palabras, debemos saber si este usuario está hablando libremente en el salón de clases y si está accediendo al plan curricular en la medida que lo haría si no tartamudeara. Si no es así, ¿Por qué no?
¡Uf! ¡Hay muchas partes por analizar y mucho por descubrir! Por cierto, debemos escavar debajo de la “superficie” de cualquier respuesta que recibimos en nuestra consulta respecto a la comunicación del usuario en entornos académicos y sociales.
Finalmente, si después de un estudio exhaustivo y continuo de las reacciones cognitivas/afectivas y la comunicación social del usuario, descubrimos que verdaderamente él no está afectado por su tartamudez, ¡entonces celebramos! En esa instancia, uno de nuestros roles se convierte en apoyar a su entorno (padres, profesores y otros) en la comprensión de este cambio de paradigma. (Para mayor información de este tema, consulte la publicación del blog del Dr. Yaruss, Quiero darle de alta, pero los padres están preocupados).
Recuerda, libertad de expresión – tartamudeada o no – ¡Es una ganancia!
Escrito por Nina Reeves / Traducido por Alexandra Torrez