Una reciente publicación de Facebook planteó la pregunta sobre la redacción de objetivos para la tartamudez y eso me impulsó a colocar algunos pensamientos en una publicación de blog.
Siempre me alegro cuando veo a las personas dialogando acerca de los objetivos para niños que tartamudean, porque creo que es una de las áreas clave que las personas que trabajamos en este campo podemos mejorar en nuestra práctica clínica. A menudo, veo objetivos que están enfocados principalmente o únicamente en la fluidez. Claramente la tartamudez es mucho más que solo un comportamiento del habla, pero principalmente quiero estar seguro que los profesionales se están enfocando en más que solo un porcentaje de habla fluida o tartamudeada, incluso cuando escriban sus objetivos relacionados al habla.
En pocas palabras, objetivos como: “El niño será X% más fluente…” son inapropiados. Aquí hay algunos pensamientos sobre el por qué…
Primero, la fluidez no es lo que enseñamos en la terapia, por lo que no tiene sentido definirla como un objetivo a alcanzar. Lo que enseñamos en terapia (cuando trabajamos en los aspectos del habla) es la técnica que el niño puede usar para incrementar la fluidez. Por lo tanto, deberíamos escribir el objetivo y medir el éxito del niño en cuanto al uso de la técnica (cualquiera que sea esta). Entonces, un objetivo como “El niño será X% más fluido” no es congruente con lo que hacemos en terapia, porque no estamos enseñando fluidez. En ese caso, podemos escribir objetivos como “El usuario utilizará X técnica” ya que eso es lo que le hemos estado enseñando a hacer.
Segundo, se supone que debemos escribir metas que se relacionen a nuestros estándares de aprendizaje estatal, apuesto que en ningún sitio de los estándares de aprendizaje de su estado la palabra “fluidez” aparece, excepto a lo que se refiere: fluidez en la lectura o fluidez en el idioma. La fluidez del habla no es parte de esto. Por lo tanto, no deberíamos escribir objetivos basados en el habla, porque no es congruente con los aprendizajes estandarizados.
Tercero, el nivel de fluidez que manifiesta el usuario no refleja las dificultades que podría tener en su comunicación. Algunos niños pueden tartamudear severamente y no experimentar ningún impacto negativo como resultado de su tartamudez; otros niños pueden tartamudear levemente y estar devastados por eso. Si enfocamos nuestros objetivos en la fluidez, entonces estamos dejando de lado lo que realmente se supone que debemos estar trabajando, como disminuir el impacto adverso asociado con las dificultades para hablar del niño. Realmente la fluidez tiene un papel pequeño en esto.
Piénselo de la siguiente forma: ¿Qué niño experimenta un mayor impacto en sus logros académicos? ¿el niño que tartamudea (incluso severamente) pero lee en voz alta en el aula, participa activamente e interactúa con sus amigos? ¿o el niño que no tartamudea mucho porque nunca habla? Claramente, nuestro trabajo no solo es abordar la fluidez.
Finalmente, recuerde que la tartamudez es mucho más que solo los comportamientos que observamos. Entonces, toda esta discusión sobre qué tipos de objetivos redactamos para los comportamientos del habla, deberían plantearse en un enfoque más amplio y comprensivo para abordar la tartamudez. La terapia debe incluir las reacciones del niño hacia su tartamudez, las dificultades en la comunicación funcional que experimenta y el impacto de la tartamudez en su calidad de vida. Es en esto en lo que realmente se supone que medimos nuestro éxito: La reducción del impacto adverso que genera la tartamudez.
Hay mucho más respecto a la redacción de objetivos en nuestros libros, incluidos los objetivos para niños en edades de 2 a 6 años Terapia de tartamudez en la primera infancia: una guía práctica y los objetivos para personas entre 6 a 18 años Terapia de tartamudez en edad escolar: una práctica guiada.
También contamos con un folleto de consejos prácticos gratuito sobre la redacción de objetivos para niños en edad escolar.
Escrito por Scott Yaruss / Traducido por Alexandra Torrez